El amor me busca,
siempre me busca en cada letra de
poema
en cada copa de vino,
me busca en la calle sin nombre
en la boca de la noche
en el umbral de la mañana
en un puño cerrado
me busca en los océanos profundos
en las fronteras invisibles y
solitarias
en la hoguera de corazones vacíos
en el teatro y biblioteca
en el salón de clases y en la calma
en la tristeza ahogada en llanto del
niño
en una casa cerrada con candado
en una playa desierta
en el café y en tinto
en el vodka y el tequila
en la copa vacía, en el infierno frío
en el cielo cálido, en el zoológico
en el tranvía, en comercios de
chatarra.
es necesaria su búsqueda, pero
es ciego y sordo, no escucha mi
murmullo
¿no lee? ¿no mira? ¿no oye?
díganle que aquí estoy
donde está lo pequeño y lo tímido
lo escondido y lo orgulloso
llena de mil palabras en silencio
con la esperanza fallida,
en una casa rota... sin alas.
Digan pues, que ya no me busque
porque ya no quiero que me encuentre
es tarde, y se ha ido el frío.
María Cayo.
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