Zapato

 

Tengo un zapato perdido, es como yo: se pierde para ser buscado. Tiene una extraña costumbre de refugiarse en un rincón debajo de la cama, para estar solo. No está. Está fatigado de cargarme, supongo. Algo molesta a mi zapato extraviado, me lo ha dicho mi pie derecho, dice que el dolor le viene de mis pasos confundidos y nostálgicos. Es un pobre zapato viejo, único e irrepetible, barato y de mala calidad,  probablemente tenga resaca o fue discriminado, anoche llegué ebria y lo pisé sin querer y no aparece, levantaré una denuncia. Sin embargo, tengo un zapato negro en mi pie derecho, es un huérfano de compañero y yo, una mujer incompleta. En mi sube y baja, también baja el tono de la esperanza, no sé si he de encontrar quien cobije o proteja a mi pie izquierdo. El frío llega, inicia en la punta de mi dedo y se recorre a todos lados del cuerpo. 

Basta de bromas, díganle que aparezca...que lo extraño, no me resigno a andar descalza por los caminos de mi historia.

María Cayo



 

 


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