Tu presencia

 

 

 

Tu presencia



Es tu piel la dueña
de cada insomnio,
tus ojos me visten
de húmedas palabras.

Te recibo en lo oscuro,
mis puertas se abren
para ser el camino
de tus temblores.

No encontramos
para ser agua y sed
lames mis ilusiones
y navegas mi mente.

Respiro y me invades
ya no me susurres,
que muerdo en silencio
tu vuelo y mis alas…

Ese morboso afán de pensarte
a  distancia, para hacer un sueño
del placer que nos apetece.

María Cayo

 

 

 

Esta noche

 

 

Esta noche, 
seré tu cansancio
la luna que miras,
los años detenidos
arena movediza,
tu sonrojo tímido,
el suelo de tus pies
tu manzana mordida
tu café,
un viernes aburrido,
un ala de gaviota
tus espacios vacíos,
la ventana cerrada,
tus labios sin sonrisa
los ojos de la gente,
tu pan,
Seré toda esa pena,
de ausencia.

María Cayo.

 

La herida

 

 

La herida



Del fondo del silencio,
se gesta a tiempo
en la cadencia indecible
estalla de la semilla
y sin daño alguno, brota.

Se reserva inmaculado
para rebullir lentamente
y ser el canto alegórico
de lo triste y amado,
lo roto, lo aguerrido, lo falso
soñado nacer de luces
anidado en las manos.

Crecer entre la pausa,
como el instante exacto
en medio de hoja que cae
y el árbol que envejece...

hallarse poco a poco
caminando por sí mismo
y en cada paso firme
la agorafobia necesaria
para ser un poema vivo.

María Cayo

 

 

Destino

 

 

Destino

 

A veces lo buscaba,
en cada lámpara encendida, 
y océanos sin olas
mientras usted, caminaba...
usted
viajaba, comía y tenía sueño,
a la conquista de labios, pieles
se cubría el llanto con un cuerpo
espantaba mariposas y reía
mientras yo, le buscaba.

Iba de puerta en puerta,
adivinando la hora de sus ojos,
su nombre corto o largo,
y usted caminaba...
abrazando los otoños y el árbol
lleno de canto, de motivos
para arrancar las flores
en veredas estrechas.

Con mis pasos pequeños
recorría soledades y noches
desviviéndome en la nada, 
como si el amor, fuera botella
que ya vacía, me bebía.
y le buscaba.
Tuve que mirarle,
entre sobrantes de café y luna
cuando ya derrumbada, 
mi tiempo muerto, era refugio
Ni paso ni búsqueda, ni vida,
nos quedaba el otoño para darnos
en apasionada desesperación
del que nunca ha encontrado.
Usted
descansa a mi lado,
y cada sonrisa , borra la espera
de tanta búsqueda callada.

María Cayo.

 

 

Sin atajo

 

Sin atajo


Soy tu senda,
no me abrevies..
la brisa besará la luz
de tu lento caminar
y sin pregunta
cortará las ataduras
cuando el día caiga.

Sin atajo
surgirá el encuentro
más deseado
ataviado de flores…
y el ruido de peces
que cantan sobre agua, 
será música de fondo
al lado del camino.

Seremos viaje,
postergado y lejano 
a otro lugar de la noche.

Máría Cayo

 

 

Murmullo

 

MURMULLO

Tu palabra es murmullo, 
se reserva en tus ojos
mudo de respuestas..

No quiere llegar a mí
y la busco el camino,
escucho tu luz
que pisa la hojarasca
y tu mirada,
es un poema arcano.

Como hechizo fugaz
tu palabra  me altera,
 se rompe en pedazos,
para ser un solo verbo
en un sitio profundo
que ha de ser pájaro...

Y vuela  y canta y va
con su lira al viento.

María Cayo

 

 

 

 

sueño

 

Mis pliegues en tu boca,
obstinado precipicio
en tu discurso corporal

Si fuera árbol
¿penetrabas la palabra a mi raíz?
deshójame antes, viento.

Manos de verbo irregular
conjugándome el cuerpo
para que hoy, sea mañana.

Húmedos labios
de un silencio de guerra
ocultando el suspiro
en el jadeo...

Y la nada me despierta a medio sueño.

María Cayo.

 

 


Nunca aprendí

 

 

 

Nunca aprendí

Nunca aprendí a leerte
o dibujarte en trozos geométricos
y en mis propios embustes
me conté de tu presencia

Nunca aprendí a contarte una trampa
o el cuento de las mil noches
ni hacerte una historia precisa...

Me aprendí cada letra de tus ojos
e hice mía una mirada tras de otra,
para no saberte lejos, hice el verso-beso

Aprendí a escribirte,
nunca aprendiste a leerme,
este espacio conmigo, florece
es llenado de tu ausencia,
y te quiero mucho menos.

Tuve que serte infiel,
con la propia metáfora inventada.

*María Cayo.

 

 

No soy

 

No soy



Podría decirte que soy luna
que mi brillo es eterno
que mi casa no está vacía de ti
que las olas florecen si sonrío,
que mi cuerpo está vivo
con sangre en sus ríos.

Digo que soy bella y miento,
que mis ojos pertenecen a los tuyos
y que la lluvia es canto que te escribo.

Soy mucho menos
esta que escribe, hombre de hierro
es mar desierto, sin isla
es café sin azúcar y frío
es ventana con un candado oxidado,
es una calle sola y oscura
sin luz en los caminos alternos,

Soy una noche desvelada en un velorio
lejana a la estética femenina
vacía de encantos y boca perfecta...

Soy tu tiempo sobrado en fragmentos
seré mano que aguarda el pan,
la rosa, tu pelo, quizá sexo.

No poseo nada más que mis historias
y un pasillo lleno de carencias
Ni soy, ni seré, ni tengo un par de bellas piernas
apenas soy carne y alma.

Digo que te miro, como a las dioses
que no tengo y rezo e imagino.

*María Cayo.

 

 

 

Exquisito

 

Exquisito.

Exquisito eres,
como el aroma de un parque
y el café caliente.

Lamer tu boca
experiencia refinada de un placer
parecido a beber agua.

Un te quiero sofisticado,
delicado como un perfume caro
eres un solemne momento.

Lluvia de éxtasis, en mi rostro
arrogante y artístico, bello
cantar de los cantares,
musa distinguida y exacta,
estético a mi cuerpo.

Entraste en mi ordinaria, enmohecida
vulgar, descolorida y sucia habitación
para dormir en mi alma un instante.

¿cómo dejar de extrañarte, en mi impecable agonía?

María Cayo