Tu espalda
Noche
Noctámbulos,
encontramos el silencio,
cobijaditos por el otro
sin censura.
Tus ojos se asoman
y el reflejo de la ventana
te dibuja cuadros en la cara.
Luego duermes,
y tu media sonrisa
es mi destino del día.
Te robo tu descanso
y como en bocados pequeños
lo que imagino que sueñas,
lloro sin hacer ruido
porque soy tu almohada,
y eres mi sábana.
Amo adivinarte a media sombra,
siempre hay un etcétera en tu luz.
María Cayo
Instante de loca
Cuando nadie mira,
rescato un vals viejo y cursi
y gira la vida, gira, gira.
Y la lucidez me congela
y entrego mis motivos
María Cayo
Eterna Inconforme
Vocifero al agua, a la luna,
Eterna inconforme,
odio los milagros ocultos
el aquí y ahora, la buena vibra
una rodilla herida sin propósito.
Eterna emputada, inconforme
la mano vacía en un bolsillo,
como poema sin alma, roto.
Tanta lágrima en la ventana
de lluvias inútiles, que sueñan
y resbalo con ellas de madrugada.
Eterna indignada, inconforme
sin niña de mi infancia, ni hambre de nada
con la muerte en el puño cerrado
golpeando una puerta, desesperada.
María Cayo
Las alas de la noche
Dos
Estuvimos solos
en los espacios cerrados,
y nos abrimos al buen tiempo
para ser ventana.
Estuvimos desolados
con las alas desplumadas,
Y nos encontramos,
para volar.
Estuvimos a ciegas,
y una tarde nos miramos
con los ojos cerrados.
Estuvimos contados
en los relatos de amor
y fuimos un final trágico
para ser dos y ninguno...
menos solos, desolados y ciegos.
Orgullo
me das un sí, cuando quieres no,
Trato de adivinar con la lengua,
para saborear tu sal dulce.
Y nos queremos
como en una partida de ajedrez
larga, imprudente, casi divertida
permanecemos horas hasta que
y me lo has de recordar.
En tu profunda inmodestia
busco la ternura en tu corazón de nuez
y vivimos los días de nada,
como un fuego apagado
sin luz, ni calor, ni llamas
y nos añejamos juntos,
tú orgullosa y yo celosa de tu orgullo
como lobos danzando un canto,
Tu palabra
Tu palabra,
viene cada mañana
y me acaricia los ojos.
Me dice boleros
no cantados,
Tu palabra,
me desfragmenta,
y me lees en pedazos.
Me hace una rosa frágil
en tu mano abierta,
quita las espinas.
Tu palabra,
me conmueve inevitable
al grado de amarte,
sin conocer tu latido.
María Cayo