A Ruben Callejas




Sr. Poeta:

Hábleme más, señor
de ese deseo ferviente
de hacer alas con palabras,
tanto cielo por volar...

Olvido mis fobias, cuando lo leo
es agua a una sed de todos los años
¿dónde estaba su lago? quizá en mi vaso...
dígame el secreto
para  acariciarlo todo, sin las manos.

Su poema es la tierra
donde se cae mi beso inocente
y las ventanas se abren
como queriendo respirar el viento
a través de su alma tan lejana.

Usted , vendedor de voces,
barco imaginario,
amante de musas de cabello largo
nacen sus palabras finas
entre pianos y violines, mate bebido
caminan por la plaza y la gente
en el desierto ocre de mis nostalgias
usted me completa la tarde,
cuando recojo uno a uno cada verso
y la mirada mía, acostumbrada a la ceguera
y al llanto, al suspiro.
le pertenece por instantes cada vez que lo desnudo.

Lo invitare un café, que nos moje los labios
para beber de una vez por todas una noche
su lengua y la mía, sin erotismo
juntas en el amargo caliente, dulce
de un poema olvidado y que quema.

Tuve que encontrarlo, Señor poeta
aquí, en la nada, entre la página fría
de un mar de solitarios
aunque se esconda, tras los muros
era necesario encontrarlo. Créame.

No se muera nunca Sr. Poeta
¿Dónde encontrare su abrazo?
si no es ahora, mientras me lee y lo leo.

María Cayo.