Corroída, con pequeños agujeros,
al centro de desteñidos azules
se arrodilla la escuela pública
como niño lloriqueando, sin dulce.
Sola, sola, sola...se arrastra,
en cada punta de montaña
y en edificios de tercera clase.
Y desde la ventanilla del tren,
miramos la educación ausente,
sin ánimo, pero con propósitos,
estrategias y metas sin acciones
con los brazos adoloridos
de cargar un futuro raro
y le decimos "hola" ¿qué tal?
a nuestra escuela de trapo.
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