Voy descalza

 

Voy descalza


Qué desdicha tan grande
que nadie tenga ganas de llorar.
Descalza anduve,
Salí a la calles y me unté el invierno
de compañía: un árbol miserable,
y nos fumamos quince palabras
sólo por convivir.

Sus raíces, tampoco tenían zapatos,
por eso llegó la fe.
Descalza seguí,
sentí la luna, despojada de vestido
mi piel se cubría de sus pétalos
para reanudar la locura solitaria.
Sentirse tierna y fiera,
equilibrio necesario del caminante.

Hechos migas, polvo, pedazos
han quedado los dedos de mis pies,
entre angustias, kilos y recuerdos
se paran a descansar, heridos
de tanto destino incierto.

Contenta, cansada y pusilánime,
con la mano puesta en el apacible viento
llego a una casa a dormir los sueños.
Mañana, en el camino pétreo, oscuro
en este deambular de utopías,
sin método, ni estrategia, habrá que seguir.

María Cayo.

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