No digas nada…
entiérrame sin lo cursi y volátil
silencia las palabras no encendidas
aleja de mí todos los pretextos y
textos
abrazos y rosas.
Ama de mí lo que quede vivo
sin etiqueta alguna,
todos mis días son nada
carecen de un número 14.
Dame tu beso postergado,
o si quieres, amigo
condéname a ser tu espalda
en mi pequeña muerte
llena por detrás
este solitario poema.
y por la mañana,
te contare las pestañas
mientras susurro un tango
y bebo tu boca en mi descanso
en mi último halo de cordura…
Las migajas se han terminado
hay pájaros heridos volando
por un cielo imaginado,
Aquí espero
galopando con las olas
de un aire que suspira
sentada,
con la orfandad del alma.
María Cayo
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