Orgullo

Pequeña tortura es tu orgullo,
descortés e insolente
me das un sí, cuando quieres no,
 y viceversa.
Trato de adivinar con la lengua,
qué palabra acomodar en tu silencio
para saborear tu sal dulce.

Y nos queremos
como en una partida de ajedrez
larga, imprudente, casi divertida
permanecemos horas hasta que
ciego, caído, mísero, pierdo siempre
y me lo has de recordar.

En tu profunda inmodestia
busco la ternura en tu corazón de nuez
y vivimos los días de nada,
como un fuego apagado
sin luz, ni calor, ni llamas
y nos añejamos juntos,
tú orgullosa y yo celosa de tu orgullo
como lobos danzando un canto,
restándonos importancia.


María Cayo

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