Me duelen los nudillos de tocar tu ventana,
algo grande,como una ola de mar grande
habita mis ojos y garganta,
estoy cansada, mis brazos caen rendidos,
debajo de este árbol de peras
sin peras y sin hojas.
A merced de una llave perdida,
adivino tu boca, la delineo…
a través de los barrotes oxidados
y tus muros graffiteados de poemas,
de tu cielo alejado de mi mano,
te busco
como avioncito en el aire,
que no alcanzo.
No logro filtrarme con la luna,
a ningún rincón de tu cuerpo
exhausta de tanto viento frío
de tanta lágrima oculta,
de tanto esperar a que abras.
Ocúltate bien ahora,
en tus desiertos tan poblados,
en tu casa cerrada, en tu silencio
en tu hierro forjado.
María Cayo